2014/07/02

Aún

Aún el cielo me deslumbra.
Siempre veo la sonrisa de la luna, los ojos del viento,
y el alma de los poetas en las estrellas.
Mis temores se impregnan de la dulce incertidumbre que traen las hojas arrastradas por sollozos,
esos que los seres de la noche quitan a los enamorados y a los que abrazan condenas,
los oigo estallar en mi cabeza, con feroz ronquido,
palpito en mi lengua las cosas que no dicen, las cosas que se piensan, las cosas que se lleva el día
ahogando penas, sus calmos rencores, sus infatigables paciencias.
Me siento parte de ellos aún en mi existencia carnal. Abrazo el vacío que la inmensidad genera.
Y cuando el éxtasis quiebra esta impaciente, febril ofrenda nocturna de mi alma a las estrellas, algo me devuelve a la vida, algo clama en el furor lánguido de la neblina espesa: tu nombre, que vuelve siempre como un dardo envenenado a dar vida a las cenizas, tu nombre triste que tanto amé, tu nombre flotando entre las rosas marchitas de esperarte, tu nombre callando todo lo que la noche dice, tu nombre ahogando en un beso el amor que no fue.
Tu nombre que aún a veces me deslumbra como el cielo.
Tu nombre que fue amuleto ante el hechizo de la adversidad.
Tu nombre que ya no me atrevo a pronunciar.

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