2014/06/12

De la lluvia y el adiós




Me preguntaba que hacía yo bajo la lluvia. Por qué desperdiciaba el tiempo sometiéndome a la intemperie. Al tiempo me ofrecía un lugar bajo su techo, y con ironía me invitaba a responderle a sus ojos ávidos de caricias. Temblando de frío, más aún de tristeza, le dije:
Aún llueve más en mi pecho, y truena más en mi cabeza, en mis ojos relampaguea la ira como lanzas de fuego, mas la miel que brota de mi sangre endulza mi boca y mis manos.
Me miró sin entender, y pretendiendo un desacuerdo entre su corazón y su instinto, todavía me escuchó implorar:
Dulce y rabiosa lluvia, en tus brazos arcanos busco el perdón que el sol se lleva consigo, cuando ilumina la razón, y desvanece los instintos..
Amargado y sin castigo, incapaz de ver su recompensa, se alejó despacio, engañando sus pensamientos con un fallo absurdo, gimiendo obviedades cuando ya no le importaba mojarse. Todavía, viéndolo alejarse y sabiendo que nunca volvería a escuchar sus pasos, le grité en silencio:
No me verás más que envuelta en sangre y néctar, llorando de furia, mientras te amo en la tormenta.

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